Cambio de tercio (28 12 11)

Cambio de tercio

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por Pedro I. de Quesada

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Las corridas de toros van desapareciendo; en este año que termina el gran José Tomás lidió por última vez en la plaza Monumental, de Barcelona. En esas lides, cada cambio de tercio se anuncia con cornetas y redoblantes.

La comparación vale, al escuchar por estos días el cada vez más nítido retumbo del cambio de tercio histórico que estamos viviendo, en la lid de los gobiernos contra el toro bravo de la crisis.

Un pase que, en muchos aspectos, cruza desde las viejas arenas europeas hacia las tierras montaraces del sur de América.

Entre los pífanos de este retumbo de cambio de ciclo, algunas perlas navideñas.

Después del discurso de investidura –previsible y anodino- del presidente conservador del gobierno español, Mariano Rajoy, esta semana comenzaron las definiciones del nuevo gabinete, y no han sido precisamente para alegrarse.

El nuevo ministro de Economía, Luis de Guindos, eligió un escenario especial para su primera comunicación pública: un acto con la presencia de José María Aznar, el antiguo jefe del Partido Popular, y guardián de su ortodoxia. Guindos dijo que la economía española volverá a entrar en recesión con la llegada del 2012, que se superarán los cinco millones de desocupados, y que no habrá crecimiento tampoco en el primer semestre del próximo año.

Guindos, el banquero elegido por Rajoy para gestionar la crisis, es un ex ejecutivo de Lehman Brothers, la firma cuya quiebra desencadenó, precisamente, esta crisis financiera.

Otro de los pitidos de la fanfarria que denota el movimiento del centro hacia estas costas lo dio el nuevo Canciller de Rajoy, José Manuel García Margallo.

Dijo que los países latinoamericanos deben “dejar de revisar la historia”, y reconocer en España la madre común. Un discurso que atrasa un par de años (o de siglos), inclusive para un ministro de Exteriores conservador.

A García Margallo le ha dolido el fracaso de la última cumbre iberoamericana, de este año en Paraguay, y quiere que la de Cádiz del año que viene vuelva a ser una reunión familiar. Todo bien. Pero creer que la vía para lograr ese objetivo es llamar al olvido a los hijos pequeños y convocarlos a la mesa del Rey, huele a naftalina.

Y como si todos estos pitidos de cambio fueran pocos, el diario El País, otrora la voz intelectual del progresismo socialista, no deja de ahondar en una línea reaccionaria para con todos los temas políticos latinoamericanos.

Desde que los propietarios del diario se hicieran con acciones del Grupo Clarín, los artículos y las editoriales del periódico madrileño sobre Argentina se han incorporado, como un actor especialmente dinámico, a la oposición al gobierno nacional.

La editorial de ayer, titulada “La ley de Fernández” (y vergonzante a mi criterio), se refiere a la Argentina como un país apenas “formalmente democrático”.

Pífanos, trompetas y redoblantes. Mientras tanto, Brasil desplaza a Gran Bretaña y se ubica como la sexta mayor economía del mundo. ¡Ah, las costas americanas!

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[Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 27 de diciembre de 2011]

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Un heredero bien alimentado (23 12 11)

Un heredero bien alimentado

por Nelson Gustavo Specchia

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La vida y la historia se encargan de recordárnoslo a cada paso: no hay dictadores eternos, y hasta el más férreo, aislado y cerrado sistema termina horadado por las mismas fuerzas centrípetas que intentaron hacerlo inmune al mundo exterior. Parecía eterno, pero, claro, Kim Jong-il no lo era. Y habrá que ver cuánto más puede resistir el régimen de Corea del Norte cerrado a cal y canto. Muerto el “amado líder” –como se hacía llamar con desparpajo oriental- presumiblemente de un ataque al corazón, tras los múltiples achaques y dolencias que la afición al cognac añejo le habían dejado, todos los símbolos de la dictadura se orientaron a minimizar el golpe y a intentar seguir creyendo que la burbuja norcoreana puede permanecer indeleble al tiempo y al espacio circundante.

Demoraron la noticia de la muerte del dictador durante horas, hasta que la camarilla en el vértice de la pirámide tuvo todas las seguridades; recién entonces vistieron al segundo Kim con el uniforme caqui que usó durante 17 años y lo cubrieron con una sábana roja dentro de un ataúd de cristal. Sin una distinción, una charretera, un bastón de mando ni ningún otro símbolo externo de poder: la fascinación de los autócratas de otras partes del mundo por los entorchados, como los coloridos uniformes de Khaddafi o del ugandés Idi Amín Dadá, o la colección maniática de ribetes, cintas y medallas que llegó a atesorar el dominicano Rafael Leonidas Trujillo, en Oriente mutan por el silencio indumentario. Mao impuso la tendencia: a mayor concentración de poder, la liturgia comunista impone un vestido escueto, amorfo, demodé.

Además del vestido, la élite norcoreana también cuidó el aposento final del “amado líder”. El catafalco transparente con su cadáver fue depositado en el palacio Kumsunsan, donde también reposa el otro féretro venerado: el que contiene la momia de su padre, Kim Il-sung, fundador de la nominalmente República Popular Democrática de Corea, y de la dinastía que la viene gobernando desde el fin de la segunda Guerra Mundial y la expulsión de los invasores japoneses.

Y el tercer símbolo de que el quiebre de la muerte del jefe no implicará ningún cambio en el sistema llegó con el heredero. Respaldado por la Comisión Militar Central; por los líderes del Partido del Trabajo; por su tío Jang Song-taek; por el mariscal jefe del Alto Estado Mayor de las fuerzas armadas, Ri Yong-ho; y por su tía Kim Kyong-hui (la hermana del difunto, y única mujer general del Ejército), el rollizo Kim Jong-un, de 29 años, llegó a los pies de la urna de cristal y rindió un tributo que fue, al mismo tiempo, la señal de la continuidad del régimen en su persona. Por cierto, el joven Kim no ha hecho ni el servicio militar, pero ante los achaques de su padre, también él este año ha sido rápidamente ascendido a general.

UN PAÍS, UNA PECERA

Mientras miraba por los canales internacionales los ceremoniosos símbolos con que la casta gobernante intenta fijar la perpetuación del régimen, pensaba que la urna de cristal en que pusieron a Kim Jong-il también podría funcionar como metáfora del país entero. Una metáfora de aislamiento enfermizo, que ha llevado a que todo un pueblo permanezca, generación a generación, encerrado en una pecera, como hoy el cadáver de su autócrata. En el terreno de las cuentas largas de la historia, la política coreana se ha desarrollado en una tradición inmovilista. El rey Silla unificó las diversas tribus de la península hacia el año 676, y le imprimió desde aquellos tiempos fundacionales una vocación de cierre, de claustro. Durante más de cinco siglos, la dinastía Joseon (1392-1910) mantuvo esa idea de pureza que vendría del aislamiento, que llevó a los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX hablar de Corea como el “reino ermitaño”. El Imperio del Japón invadió la península en su programa expansivo, y la dominación invasora mantuvo el aislamiento durante los 35 años que duró. Tras la derrota del Eje, en la división del nuevo mundo bipolar que aparecía y que dominaría toda la segunda mitad del siglo XX, Roosevelt acordó con Stalin la partición de la península en dos áreas de influencia, cortadas por el paralelo de 38º: en el norte los soviéticos y en el sur los estadounidenses.

En la mitad comunista, el primero de los Kim se fue haciendo fuerte desde 1945, generó un grupo de militares afines, y cinco años más tarde lanzó un ataque al sector sur, para terminar con la artificial partición en dos mitades y reunificar el país bajo su mando. La reacción norteamericana, con el apoyo de las Naciones Unidas, internacionalizó el conflicto. Y apareció China, como el gran valedor del régimen del norte, una posición que sigue manteniendo hasta hoy. La Guerra de Corea (aquella que popularizó la serie M.A.S.H., con Alan Alda) fue la primera gran experiencia de la tensión que generaba el mundo dividido en dos polos antagónicos: la Guerra Fría, que impedía el enfrentamiento directo entre soviéticos y norteamericanos, se calentaba en los bordes de la periferia. Más de dos millones de muertos y tres años después, se terminaban las hostilidades (aunque no la guerra, ya que nunca se ha firmado un armisticio), y todo volvía al paralelo de 38º. Y nuevamente los coreanos (sólo los del norte, esta vez) a aislarse más y más del mundo.

La pecera de los Kim ha mantenido a ese pueblo (se calculan unos 25 millones de personas) ignorantes de lo que haya más allá de la frontera, con la única excepción de las novedades provenientes de China, el gigante vecino y amigo. La filosofía del trabajo y de la resignación son la moneda corriente, sólo hay un canal de televisión, apenas algunas radios (que deben conectarse a una única estación central para pasar los noticieros), y aún menos diarios y revistas. Obviamente, no hay acceso a Internet, y los teléfonos celulares –además de estar estrictamente prohibidos- no tienen cobertura.

Pero esa pecera, ese territorio casi de ficción, además pasa hambre. Porque los terrenos ricos para la agricultura quedaron al sur del paralelo de 38º.

HERENCIA DE HAMBRE

El cierre a cal y canto del régimen no sólo es una ignominia jurídica. Además del derecho internacional, la situación humanitaria de Corea del Norte es crítica. Y ya que empecé esta columna hablando de símbolos contradictorios, lo bien alimentado que aparece el heredero de la dinastía Kim, con sus cachetes llenos y sus kilos de sobrepeso, es una cruel afrenta para un pueblo que pasa hambre, literalmente. Organizaciones no gubernamentales, como Amnistía Internacional, llevan años denunciando que a las torturas y a las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por el régimen de Pyongyang, se les suman las hambrunas crónicas como la principal causa de muerte en el país.

A principios de este mes de diciembre, Amnistía lanzó una campaña denunciando la existencia de seis campos de concentración en Corea del Norte, que alojan a más de 200.000 presos políticos, incluyendo niños, ya que la represión alcanza a toda la familia de los acusados. Los campos (oficialmente denominados “de reeducación”) son inmensas tumbas abiertas, donde han perecido más de 400.000 norcoreanos en los últimos 30 años, según un informe firmado en 2006 por el ex presidente checo Václav Havel. De una autoridad moral indiscutible, el dossier de Havel es una sucesión de narraciones de horror: de cómo el régimen mata a los presos de hambre, de cómo los torturan a golpes hasta que se le saltan los globos de los ojos, de cómo los utilizan para experimentos químicos en cámaras de gas, y otros detalles de tortura que serían poco creíbles inclusive en una novela de ficción.

La FAO, la organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura, calcula que desde mediados de los años noventa las hambrunas van matando a dos millones de norcoreanos, y entre este año y el que viene, otros cinco millones estarían en riesgo de grave escasez de comida.

Ese régimen es el que ha escenificado su continuidad contra cualquier alternativa de modificación, por mínima que fuera, en el libreto del aislamiento y la cerrazón. El presidente chino, Hu Jintao, siguiendo la tradicional línea estratégica de aseguramiento de fronteras del gigante asiático, se apresuró a saludar la llegada del gordo heredero Kim Jong-un, y de manifestar su respaldo a un gobierno presidido por él. Los norteamericanos no se atreverían a ir más allá de su apoyo al gobierno de Corea del Sur, con sus 28.000 “marines” estacionados en Seúl; se conforman con que Pyongyang acepte frenar su peligroso programa de enriquecimiento de uranio.

No hay dictadores eternos, pero por el momento, mientras los grandes juegan al TEG con los misiles y las fronteras, por debajo los coreanos seguirán muriendo de hambre, liderados por el gordo Kim.

 

[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 23 de diciembre de 2011]

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La cara oculta de la luna (20 12 11)

La cara oculta de la luna

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por Pedro I. de Quesada

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Y un día, la derecha española volvió a La Moncloa.

Los conservadores del Partido Popular siempre sostuvieron que los socialistas en 2004 les “robaron” unas elecciones que ya daban por ganadas, cuando los islamistas fanáticos hicieron volar por los aires los trenes en Atocha y José María Aznar no pudo endilgarle el atentado a los vascos de la ETA: estaba claro que el extremismo islámico había decidido responder con sangre a la más impopular de todas las medidas del “amigo íntimo” de George W. Bush, la participación de España –en soledad europea- en la invasión norteamericana a Irak.

Pero lo que les quitó la fallida política exterior, se los ha devuelto la crisis económica.

Rodríguez Zapatero sale por la puertita de atrás, olvidado aún antes que termine de juntar sus petates. Intentó primero ignorar la crisis, diciendo que no existía tal cosa; para después pegar un golpe de timón y, con la fe de los conversos, aplicar todos los ajustes que el liderazgo neoliberal de la Unión Europea le pidieran.

Silencioso, mientras tanto, el gallego líder de la oposición, don Mariano Rajoy, esperaba que cayeran las brevas. Y todas fueron cayendo en los últimos meses, mientras el crecimiento de la derecha en las encuestas trepaba sostenidamente.

En todo este tiempo, el secreto mejor guardado fue el programa de gobierno que tenía Rajoy en carpeta; de eso no se hablaba, y apenas se daban sutiles y polisémicas señales.

Es común el dicho en la península, que si encuentras a un gallego en la mitad de una escalera, nunca sabrás si está subiendo o si está bajando, y don Mariano hacía honor a esa característica de su pueblo. Durante los últimos meses trabajó casi en secreto, se reunió con líderes del Partido Popular, intendentes, expertos, asesores, ministeriables, economistas, sociólogos y politólogos, preparando el mensaje que develaría la salida a la crisis, la luz al final del túnel.

El secreto se mantuvo hasta ayer, cuando el ex titular del registro de la propiedad de Santa Pola –ya convertido en Presidente del Gobierno español- dio su discurso de investidura.

Y, para desazón de unos pocos y como muchos temíamos, la sorpresa no reveló nada nuevo: la luna también es redonda del otro lado.

Mariano Rajoy, previsible hasta el cansancio, seguirá línea a línea el libreto neoliberal de Ángela Merkel. Ajuste por arriba y ajuste por abajo: disminuirá los impuestos, acabará con las subvenciones sociales y los subsidios a los desocupados, eliminará los feriados, recortará en 16.500 millones de euros el gasto, bajará los sueldos de los empleados públicos, congelará las pensiones durante un año, cancelará las prejubilaciones, y “cumplirá con los compromisos de Europa” (esto es, con el recetario merkeliano).

Lo demás, sólo fueron buenas intenciones, aunque ni una palabra de cómo piensa lograrlas.

Previsible, y soporífero. La canciller alemana al menos pega un par de gritos, y golpea el atril con el puño cerrado de vez en cuando.

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 20 de diciembre de 2011 ]

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El portazo de Cameron (16 12 11)

El portazo de Cameron

por Nelson Gustavo Specchia

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Los ingleses lo han vuelto a hacer. Cuando la tensión de la crisis económica llevó al máximo estiramiento de la cuerda, y todo el proceso de integración de Europa tras un largo medio siglo se puso al borde del abismo, los británicos recurrieron a la flema de su singularidad y el premier conservador David Cameron le pegó un portazo al “Continente” en la última cumbre de emergencia reunida en Bruselas.

Y no hay lugar para los equívocos: no se trata de un berrinche más, apoyado en esa singularidad cultural hipotéticamente alejada de las costumbres del resto de Europa, como la utilización del sombrero bombín por los elegantes hombres de negocios de la City, el manejar por la izquierda, el mantener un sistema de pesas y medidas medieval o hacer del té de las cinco de la tarde un rito pagano.

No, el portazo de Cameron va mucho más allá de las particularidades –ya medio hilarantes- del folk londinense, y se encuadra en una cosmovisión transgeneracional (e inclusive interpartidaria) de la clase política inglesa: aquella que sostiene que una Europa sólidamente unida –ya sea a nivel estructural de las organizaciones, o en el más líquido acuerdo de estrategias comunes- constituye un peligro potencial para las Islas Británicas. Esté abanderada esa ligazón continental por la dinastía de los Habsburgo, por Napoleón Bonaparte o por Adolf Hitler, como alguna vez en el pasado; o bajo la bandera azul con la corona de estrellas doradas de la Unión Europea de hoy.

Y si ese aumento en la integración, estructural o coyuntural, proviene de un plan conjunto franco-alemán, como el nuevo pacto fiscal negociado en la cumbre de Bruselas, el peligro que perciben los ingleses se exacerba.

El portazo de Cameron, al ser el único que queda afuera de los nuevos acuerdos de los países de la eurozona y todos los demás socios comunitarios, es considerado un extremo, ni siquiera la Dama de Hierro, con sus nítidas posturas anti europeas, se había animado a tanto. Pero esto se debe a que también las condiciones que transita el proceso de integración son inéditas.

Mal que les pese a los europeístas “progres”, la conclusión de Herman van Rompuy, el belga presidente permanente del Consejo Europeo, es una dura realidad: en la cumbre de la que Cameron retiró a su país se refundaba la Unión Europea sobre la base del pacto fiscal propuesto por la dupla Ángela Merkel-Nicolás Sarkozy, o se apagaba la luz y se bajaba la cortina.

No hay “plan B” desde el momento en que el liderazgo continental, ya homogéneamente dominado por los partidos y las administraciones conservadoras, decidió atender a las exigencias de los mercados financieros globales y de las agencias calificadoras de riesgo, y optó por políticas de restricción de los gastos públicos, contracción de las economías y achicamiento del Estado.

CABALLITO DE TROYA   

En aquellos tiempos primeros de la organización continental, cuando todavía no se hablaba de Unión Europea sino simplemente de Comunidades Económicas, el viejo general De Gaulle argumentaba que había que dejar afuera a los británicos.

Que siguieran usando sus sombreros bombín y conduciendo por la izquierda entre el humo de Londres (todavía había mucho smog en los años cincuenta, cuando el grueso de la calefacción de la capital británica funcionaba a carbón), decía el líder francés.

Y el peso de su argumento ha sido recordado periódicamente en el último medio siglo: si entran los ingleses, será para frenar la profundización del proceso de integración.

Los acusaba de ser el Caballo de Troya de Washington, ya que la alianza especial de los británicos con su ex colonia de este lado del Atlántico posibilitaría que los lineamientos estratégicos de los norteamericanos –en aquel contexto de división bipolar del mundo y en un clima de guerra fría- entraran a Europa por la puerta londinense.

Y algo de todo eso hubo durante estos años, a múltiples niveles.

De las dos grandes posibilidades de avance del proyecto de integración en el Viejo Continente (el avanzar hacia una confederación de países, o limitarse sólo a un mercado común), cuando los británicos ingresaron –tardíamente, en 1973- siempre empujaron las pesas para que no se llegara a hablar de cesiones de soberanía nacional y los acuerdos quedaran reducidos a la órbita económica.

En los tiempos ultraliberales de la señora Margaret Thatcher, Londres logró doblegar la voluntad integracionista inclusive dentro de estos parámetros puramente económicos, y condicionó la aprobación de los presupuestos de la organización a la devolución del “cheque británico” (el porcentaje de devolución de los aportes realizados por no participar de los beneficios proteccionistas de la Política Agrícola Común).

Como decía arriba, esta actitud hacia Europa atraviesa las generaciones, pero también las gestiones de los diferentes partidos: cuando llegó el turno de la “tercera vía” laborista de Tony Blair, que se declaraba “un europeísta apasionado”, no solo se mantuvo el “cheque británico” tharcheriano, sino que se siguió rechazando el euro para mantener la libra esterlina como moneda nacional. Europeísmo, ma non troppo.

David Cameron, a diferencia de su predecesor laborista, ni siquiera intentó nunca escenificar un amor por Europa que no siente. Además, sabe que al interior de su partido, entre los “tories”, el euroescepticismo es moneda corriente.

El argumento que el premier conservador utiliza para dar otra vez la espalda a Europa es fuerte: preservar a toda costa el poder financiero de la libra esterlina, en un momento en que la moneda común europea sufre el más despiadado ataque de los mercados externos. Además, Cameron dice que el sector financiero inglés (la tan mentada y sacrosanta City) representa un 30 por ciento del producto bruto nacional de las Islas; (esa City representa el 36 por ciento de la industria mayorista de la banca de la Unión Europea, y el 61 por ciento de las exportaciones netas de servicios financieros internacionales).

Cameron ni mencionó, en su defensa ante el pleno de los Comunes, las razones políticas de la antipatía hacia los mayores grados de integración continental, no las necesita: el peso de los argumentos económicos difícilmente encuentre muchos detractores entre los diputados, inclusive entre los de la oposición.

El único que amagó con un tímido gesto de protesta fue su socio en la coalición de gobierno, el liberal-demócrata Nick Clegg. Se retiró de los Comunes y dejó vacío su sitio en el banco verde del oficialismo; al día siguiente afirmó en la prensa que el Reino Unido salía debilitado de la jugada de Cameron en la cumbre europea.

Ya que el socio del primer ministro lo hacía desde el oficialismo, el líder de la oposición y del Partido Laborista, Ed Miliband, también saltó a la palestra y pidió que el gobierno volviera a negociar con los restantes socios de la Unión Europea.

Pero los periódicos del magnate Rupert Murdoch –adalides del euroescepticismo inglés- salieron a respaldar sin fisuras al premier, y a recordarles a sus críticos que el portazo a Bruselas es acorde al sentimiento popular mayoritario. Miliband no ha hecho más declaraciones, y Clegg volvió a su sitio en el banco verde de los Comunes, en Westminster.  

LOS BENEFICIOS DEL TÉ

Pero cuidado, porque la gravedad de la crisis y el estentóreo desplante de Cameron pueden llevar a un equívoco aún mayor: Europa sin Londres nunca estará completa.

El euroescepticismo es una grave enfermedad cultural, que en un pasado para nada remoto llevó a alejamientos y a tensiones para conseguir la supremacía continental. Sin excepciones, y durante siglos, esas tensiones terminaron resolviéndose a cañonazos.

La mayor conquista del proceso de integración ha sido conjurar la explosión guerrera de las rivalidades políticas europeas, que en dos oportunidades durante el siglo XX acarrearon detrás del ellas al resto del mundo.

Y para que ese equilibrio se siga manteniendo, Gran Bretaña no puede alejase definitivamente del centro del proceso de integración.

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[Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 16 de diciembre de 2011]

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El poder de Camila (13 12 11)

El poder de Camila

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por Pedro I. de Quesada

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Hace tiempo, cuando se mencionaba a Camila, la prensa rosa hacía referencia a Camilla Parker Bowles, la eterna rival de Lady Di que finalmente terminó quedándose con el feo príncipe. Pero desde hace siete meses ese nombre ha popularizado a una dirigente estudiantil latinoamericana, joven y marxista, voz cantante del renacido poder juvenil en Chile.

Camila Vallejo, militante del Partido Comunista, como presidenta de la Federación de Estudiantes de Chile (FECh), encabezó la serie de protestas y marchas de los universitarios trasandinos, que tras las peticiones por una educación pública, gratuita y de calidad para el país, han terminado por movilizar al grueso de la sociedad y han puesto en jaque al gobierno de derechas de Sebastián Piñera.

El miércoles pasado, la joven que le puso su nombre y su rostro al renacimiento del poder de los jóvenes en estas latitudes, perdió las elecciones de la Federación de Estudiantes, a las que se había presentado para renovar su mandato.

En la gubernamental casa de La Moneda se vieron algunas sonrisas pícaras y de revancha.

Y no es para menos: después de un triunfo claro de los conservadores, que lograron terminar con la sucesión de gobiernos de centro-izquierda de la alianza entre democristianos y socialistas en la Concertación, el ejecutivo de Piñera no ha dejado de caer en las encuestas por las protestas estudiantiles.

Amén de algunos éxitos iniciales, como el tan mediático rescate de los 33 mineros hundidos en el socavón de una montaña, la pulseada con los jóvenes (a los universitarios pronto se les unieron los estudiantes de ciclo secundario) ha desbarrancado su popularidad; hoy apenas cuenta con un 27 por ciento de imagen positiva, mientras que el índice que mide la desaprobación de su gestión al frente del Ejecutivo trepa hasta el 63 por ciento de la población.

Y una parte importante de ese desbarranco tiene una cara, muy hermosa por cierto: la de Camila.

Sin embargo, quienes en el gobierno se alegran de que la dirigente haya perdido el liderazgo universitario, sólo ven una versión muy blanco y negro de esta película.

Yo no creo que estas elecciones en la Federación de Estudiantes signifiquen una crisis en la dirección de las movilizaciones del colectivo, sino, por el contrario, una profundización en los alcances de las reivindicaciones y una diversificación en el protagonismo de los actores.

Camila perdió por menos de 200 votos, y ocupará a partir de ahora el segundo lugar en la ejecutiva de los estudiantes.

Y quien ganó, el alumno de abogacía Gabriel Boric, es el jefe de la lista Creando Izquierda. Y ese nombre no es casual.

Su agrupación es aún más radical que la de Vallejo, critica fuertemente a todos los partidos -incluyendo a los de izquierda, claro- y piensa que no hay que cambiar solo el sistema educativo: “el enemigo –dijo en su primera intervención como presidente de la FECh- es el gobierno”.

¿De qué se ríen en La Moneda?

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 13 de diciembre de 2011 ]

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Merkozy contra todos (06 12 11)

Merkozy contra todos

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por Pedro I. de Quesada

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Un nuevo fantasma recorre Europa: Merkozy. Un animal con cabeza y medio cuerpo alemán, y el otro medio francés.

No está claro si lo soltaron las nunca claras fuerzas de los mercados, o si el mefisto estaba aguardando una oportunidad como esta para zafarse de las cadenas. Pero la cuestión es que ya campea a sus anchas por los caminos y los palacios de gobierno, y después de haber conseguido imponer su disciplina en Grecia, Italia, Portugal e Irlanda, se apresta a dar un golpe espectacular ante el pleno de la Cumbre Europea de esta semana.

La canciller demócrata-cristiana alemana, Ángela Merkel, y su aliadísimo partenaire, el presidente conservador francés Nicolás Sarkozy, han decidido que la Unión Europea orientada a la preservación de la paz y basada en la solidaridad y en el Estado de bienestar, está perimida.

Vienen a coincidir con Donald Rumsfeld, aquel secretario de Defensa de Bush que la tildó de “vieja Europa”, cuando se mostró remisa a secundar sus planes de guerra preventiva. Merkozy quiere refundar la Unión, pero con otras bases: achicamiento y control de los gastos públicos, junto a una férrea disciplina fiscal.

Para lograrlo, la señora Merkel prevé una nueva instancia: un superministro de Economía (todavía no acierta con el nombre del cargo, pero por ahí va) que supervise y apruebe los presupuestos de todos los países.

Y también imagina una nueva policía fiscal: los países que incumplan las normas de déficit y deuda serán acusados ante el Tribunal de Luxemburgo, y soportarán duras sanciones; quiere que se les niegue el derecho a voto, se le quiten las partidas, e inclusive que se los expulse de la organización.

Además, como ya le exigió a España, aspira a que el tope del control del gasto figure en la Constitución de cada Estado.

Las palabras, esas cambiantes servidoras, ponen, además, el plan de ajuste de Merkel-Sarkozy en titulares edulcorados.

Porque Merkozy afirma a diestra y siniestra que su intención es “salvar a Europa y al euro”. O sea, que la destrucción de aquel proyecto solidario de una Europa unida que fuera el marco para la realización de los proyectos de vida buena de cada cual, es en realidad la salvación de Europa, sostiene Merkozy.

Extraño salvataje, pensamos nosotros.

Con 23 millones de desocupados; las economías mediterráneas (incluyendo la italiana, la 3º del continente) al borde del default; los bancos sin depósitos por falta de circulante; las previsiones de crecimiento para 2012 rondando el cero absoluto; y el consumo cayendo en picada; una política draconiana de contención del gasto público no puede sino llevar al agravamiento del enfermo.

Y no sólo a él: el presidente Barack Obama acaba de enviar al secretario del Tesoro norteamericano, Timothy Geither, a Berlín y a París, porque la obcecación de Merkozy está dando los primeros coletazos de este lado del Atlántico.

Ojalá que alguien le acerque a la señora una traducción al alemán de aquel librito, tan ilustrativo, de Lord Keynes.

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 6 de diciembre de 2011 ]

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Marruecos: entre los islamistas y el rey (02 12 11)

Marruecos: entre los islamistas y el rey

por Nelson Gustavo Specchia

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La estrategia diseñada por el monarca marroquí, Mohamed VI, para intentar que los vientos de la “primavera árabe” no lleguen hasta sus costas, está quedando a mitad de camino: a la vista de los resultados electorales del último viernes de noviembre, Marruecos no será una excepción.

La reciente reforma constitucional armada por la monarquía alauíta, se planteó como una (tímida) apertura democrática frente a los alzamientos populares que ya habían tumbado a los regímenes autocráticos en Túnez y en Egipto, y avanzaban por una media docena más de países árabes. Pero, además, las nuevas disposiciones constitucionales perseguían reforzar dos elementos: la barrera al avance del islamismo político, y el poder del propio monarca, que además de jefe efectivo del Estado, pasa en la nueva Constitución a ser también el Comendador de los Creyentes (o sea, el jefe espiritual de los musulmanes marroquíes). Sin embargo, las elecciones del viernes 29 de noviembre han mostrado la debilidad de esta estrategia frente a la fuerza avasalladora de los vientos de cambio. Y la dirección de esos vientos, en las arenas marroquíes, sigue de cerca los huracanes de los vecinos del Magreb.

En Egipto, la plaza de Tahrir vuelve a llenarse de manifestantes que reclaman que los militares no burlen el proceso de apertura iniciado con la caída del régimen de Hosni Mubarak; le están torciendo el brazo al mariscal Hussein Tantawi; y el largo proceso electoral iniciado el lunes de esta semana y que se extenderá hasta enero hace prever una victoria de los islamistas Hermanos Musulmanes por amplia mayoría. Si bien la información oficial de los resultados parciales de las elecciones no se harán públicos hasta la finalización del proceso comicial, trascendidos confiables mencionan porcentajes cercanos al 40 por ciento para los Hermanos Musulmanes, y un elemento sorpresa: tras ellos, el segundo lugar no lo estaría ocupando ninguna opción laica de los partidos tradicionales egipcios, sino las fuerzas salafistas del wahabismo, los musulmanes más radicales, con lo cual en un futuro gobierno los religiosos podrían llegar a tener la mayoría absoluta.

En Túnez, por su parte, las elecciones de fines de octubre dejaron al partido En Nahda (El Renacimiento) con una limpia mayoría de 41,5 por ciento sobre los 217 escaños de la Asamblea Constitucional, que tiene que dar forma al nuevo país tras la larga y corrupta autocracia de Zine el Abidine ben Ali. Estas primeras elecciones libres de la historia tunecina han terminado con la concepción –a un tiempo simplista y totalitaria- de un laicismo mayoritario, que como se ha visto sólo constituía una capa de barniz sobre la realidad sumergida del país verdadero. Y esa realidad muestra ahora que los grandes colectivos populares apuestan por opciones políticas que insertan el factor religioso en la vida institucional.

Aunque los de En Nahda, perseguidos sin piedad por Ben Ali (su principal líder, Rachid Ghanuchi, soportó 22 años de exilio), se apuraron a sostener que un futuro gobierno islamista no implicará una restricción de los derechos y de las libertades en una sociedad plural. Algo parecido dicen los voceros de los Hermanos Musulmanes egipcios, y ese fue el centro del discurso, también, de los islamistas victoriosos en Marruecos esta semana.

MODERACIÓN ACELERADA

La prédica tradicional contra el fantasma del radicalismo islámico ventilada por los autócratas del Norte de África, como un argumento de auto justificación para sostener los recortes de libertades al interior de sus gobiernos, se ha visto potenciada por el propio discurso radical de algunos sectores de los partidos religiosos, que anticipan la aplicación de la “sharia” –el conjunto de leyes y de prescripciones morales y de conducta inspirado en el Corán- en caso de llegar al poder. Sin embargo, los éxitos electorales de estos días están demostrando que la mayor aceptación popular pasa por las tendencias moderadas, aunque los colectivos más extremistas y ortodoxos vayan apenas a la zaga.

Este ha sido el camino seguido también por el Islam político en Marruecos. El partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) ha transitado, en un tiempo muy breve, el camino que va de la radicalidad a la moderación, y ha edulcorado toda la campaña electoral en un tono de tolerancia y amplitud, que constituye toda una novedad en este sector del arco político.

El principal líder de los islamistas marroquíes, Abdelilah Benkiran, es un ejemplo concreto de este paso: en los años ochenta militó en un grupo musulmán radical signado como organización terrorista, la Juventud Islámica. Si bien la justicia no le adjudicó a él personalmente ninguna participación en hechos de violencia, la agrupación en la que militaba reivindicaba sin objeciones la lucha armada, y sus compañeros de armas asesinaron, entre otros, al dirigente socialista Omar Benjellun en Casablanca en 1975.

Desde aquellos extremos juveniles, Benkiran fue transitando por numerosas asociaciones islamistas, cada vez más moderadas, hasta que ingresó a fines de los ’90 en el PJD. Precisamente esta formación política fue fundada para recibir a los ex islamistas radicales que estuvieran dispuestos a moderar el discurso y las aspiraciones, para desde allí incorporarlos al sistema. Esa estrategia terminó dando sus frutos, ya que en la primera oportunidad real que se ha presentado (las elecciones de esta semana han sido las más libres y democráticas en los 55 años que Marruecos lleva como Estado independiente) ha conseguido el poder.

Aunque a regañadientes, el rey Mohamed VI ha tenido que respetar la Constitución que él mismo ha pergeñado, y nombró ayer primer ministro a Abdelilah Benkiran, en Midelt, una localidad del Atlas.

EL PODER A LOS “BARBUDOS”

La anécdota ha sido rescatada por los medios de prensa en estos días: en 2001, en el Parlamento marroquí, una mujer periodista –Amina Jabad- estaba cubriendo las sesiones, vestida con una remera y pantalones vaqueros; Abdelilah Benkiran (que es diputado desde hace 15 años) le gritó, frente a las cámaras, “¡andá a vestirte!” y la echó del recinto. Sin embargo, la última década y las recientes emergencias populares en el resto del Magreb han forzado a que los “barbudos” tuvieran que ir amoldando sus posturas hacia mayores grados de tolerancia. Un episodio como el de la censura del ahora primer ministro contra la periodista Amina Jabad lo dejaría muy mal parado frente a los electores. De igual manera, las condenas contra los festivales de música, los bebedores de alcohol y los homosexuales, que poblaban antes los discursos religiosos, han desaparecido de la escena.

Este tránsito paulatino hacia mayores niveles de tolerancia social ha sido clave en la victoria de los islamistas marroquíes. Una victoria relativa, por cierto, en porcentajes menores a los obtenidos por los tunecinos y a los que se anticipan para los egipcios. El PJD se ha hecho con el 27 por ciento de los sufragios, y el rey ha tenido que encomendar a su secretario general la formación del nuevo gobierno. Abdelilah Benkiran será el primer ministro más poderoso de cuantos ha tenido Marruecos hasta ahora, ya que la reforma de la Constitución de Mohamed VI supuso un recorte de las atribuciones del monarca –hasta ahora absoluto- en beneficio del jefe del gobierno. A excepción del ministro de Asuntos Religiosos (cuyo nombramiento sigue siendo derecho del Comendador de los Creyentes, el rey), la designación de todas las demás carteras serán ahora atribución del primer ministro.

Pero este avance del Islam moderado no puede ocultar la otra cara de la moneda: como decíamos al principio, muy a la zaga sigue la presencia de las tendencias radicales. En Marruecos, la otra gran corriente religiosa –más dura y ortodoxa- es Justicia y Espiritualidad, que se mantiene en la ilegalidad por negarse a admitir que el monarca sea el gran Comendador de los Creyentes.

Y este partido proscripto es el que alimenta al “Movimiento 20 de Febrero”, que desde esa fecha viene organizando las protestas multitudinarias que alteran, viernes a viernes, todas las grandes ciudades del Reino de Marruecos. Los del 20 de Febrero rechazan la nueva Constitución, y llamaron al boicoteo de estas elecciones. Y el porcentaje de abstención fue alarmante: el 55 por ciento de los electores inscritos no fue a votar. No todos los “barbudos” marroquíes han decidido seguir el camino de la moderación.

 

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Hoy Día Córdoba – Periscopio  – Magazine – viernes 2 de diciembre de 2011

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Bienvenidos, gallegos (29 11 11)

Bienvenidos, gallegos

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por Pedro I. de Quesada

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Entre los coletazos más insólitos de la crisis del euro, está la posibilidad de una nueva emigración.

La salida de griegos y de irlandeses (especialmente hacia los Estados Unidos) ha hecho saltar algunas alarmas, y analistas demográficos sostienen que en los próximos meses llegará el turno de España.

El informe que la OCDE (la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, principal “think tank” europeo) hizo público ayer en París fue lapidario, y viene a abonar esta hipótesis.

Si se mantienen las tendencias históricas, la Argentina volverá a ser destino prioritario. Después de los peninsulares llegados a nuestras tierras en el período colonial, la segunda oleada, alrededor de los años ’40, trajo a más de dos millones de españoles, en un 70 por ciento gallegos: Buenos Aires es la segunda ciudad del mundo con mayor población de gentes de Galicia, después de La Coruña. Y en el último censo (2010) todavía se registraban más de cien mil españoles residentes en estas pampas.

Siempre fueron bienvenidos, aunque no supieron devolver la gentileza con el mismo trato cuando cambiaron las tornas y muchos compatriotas decidieron cruzar el “charco” en sentido contrario (por cierto, también una parte importantes de estos argentinos que en 2001 salieron a las disparadas, ya han regresado o están volviendo).

Ahora la OCDE anticipa las previsiones que pueden preparar una nueva corriente migratoria hacia América: la organización recorta todas las expectativas de crecimiento actuales, a pesar de que ya están bajo mínimos, y calcula que la tasa de desocupación seguirá aumentando en los próximos dos años. En el último recuento, España registró cinco millones de desempleados, y en 2012 serán muchos más.

La OCDE dice por primera vez, y sin empachos, que toda la eurozona está en recesión, y ante las difundidas versiones de la posibilidad de una vuelta a las antiguas monedas, sostiene en su informe de ayer que el abandono del euro convertiría la actual recesión en una depresión económica superior a la vivida en la crisis de 1929.

El cálculo menos pesimista es que la vuelta a la peseta implicaría una pérdida del 40 por ciento del valor de la moneda española, que –claro- sería cubierto por los pequeños ahorristas (corralito bancario mediante, al igual que aquella triste experiencia local) y los asalariados que aún tengan trabajo.

Para los técnicos de la OCDE, la media del “paro” español subirá al 23 por ciento de la población el año que viene, y el PBI se acercará al cero absoluto. Con Mariano Rajoy y el Partido Popular en el gobierno, además, el ajuste al gasto público será mayor que el contemplado hasta ahora, y el achicamiento del déficit para cumplir con la reciente reforma constitucional expulsará cientos de empleados públicos.

La combinación de estos factores llevará a un achicamiento del consumo; y remata el informe sosteniendo que también las exportaciones españolas sufrirán un frenazo.

Así que ya saben: otra vez se vienen los gallegos.

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[  Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 29 de noviembre de 2011  ]

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Revolución egipcia, segunda parte (25 11 11)

Revolución egipcia, segunda parte

por Nelson Gustavo Specchia

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Las concentraciones populares que comenzaron a darle forma a la pueblada que terminaría derrocando al “rais” de Egipto, Hosni Mubarak, a principios de este año, estaban alimentadas por un abanico plural de anhelos y reivindicaciones. Las nuevas generaciones, nacidas ya en el entorno global de la sociedad de la información y las comunicaciones, veían que el antiguo régimen, que había logrado perpetuarse por más de medio siglo en base a la fuerza armada y a un cierto discurso nacionalista-socialista panárabe, no soportaba ya las comparaciones –que ahora podían hacerse en tiempo real y sin censura oficial- con las tendencias políticas contemporáneas. Pero a la cairota explanada de Tahrir, junto a estos jóvenes con ímpetus democratizantes, también llegaron los antiguos militantes religiosos, que durante las largas décadas de dominio de los presidentes-generales habían tenido que vivir en la semiclandestinidad. Los Hermanos Musulmanes, en todas sus múltiples y diferentes ramas y variantes, veían ahora la oportunidad para volver a salir a la luz, superando el laicismo obligatorio impuesto por una élite, que en definitiva es minoritaria respecto a las grandes masas de profesión islámica del país profundo.

En enero y febrero de este año no había diferencias entre estos dos grandes colectivos de manifestantes en Tahrir. La gran plaza los acogía a todos por igual, y sólo en los momentos del rezo islámico preceptivo, se abrían claros en la apretada muchedumbre para permitir que algunos, en ordenadas hileras, se postraran con el rostro hacia la Meca, mientras a su alrededor las consignas por el fin del régimen seguían atronando. Habían sido tantos los años de postergaciones y de limitaciones a los más básicos derechos civiles y políticos, que la revuelta social dejaba a un lado la heterogeneidad de su composición, para mostrarse como una masa compacta de rebeldes.

Y lo lograron, cuando a esos colectivos diferentes (y, según vemos hoy, inclusive antagónicos) se les sumó un nuevo y determinante aliado: el jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el mariscal Hussein Tantawi. El general se negó a continuar con los planes represivos ordenados por el cada vez más débil y solitario jefe del Poder Ejecutivo, y la revuelta se transformó en revolución. Tras dieciocho días de efervescencia revolucionaria, el “rais” Hosni Mubarak fue trasladado a su residencia veraniega de Sharm el Sheikh, en la península del Sinaí, y entregó el gobierno a su vicepresidente, Omar Suleiman, aunque todos sabían que el poder ya estaba en manos de Tantawi.

En ese momento, mientras en los festejos de Tahrir los sublevados aplaudían a los soldados y a los tanques militares, Tantawi tenía el cerrado apoyo de todos los sectores, laicos e islamistas. Una mínima racionalidad política indicaba que sin su concurso la revolución hubiera fracasado y, peor aún, podría haber terminado ahogada en sangre: por entonces, en Tahrir las concentraciones eran de cientos de miles. Pero superado el primer momento revolucionario, con Mubarak derrocado y preso, y su títere sucesorio también apartado del camino, la compacta masa homogénea de movilizados comenzó a mostrar las costuras. Y la emergencia de esa heterogeneidad interna, que es la que está en la base de los disturbios de estos días, comenzó a evidenciarse a partir de dos señales: a pesar de los reiterados llamados a la desmovilización total, Tahrir nunca terminaba de vaciarse del todo, semana a semana había grupos que permanecían y otros que volvían. La segunda señal fue clara sobre el peso que comenzaba a tener uno de los colectivos integrantes de aquella masa otrora compacta: el día clave de las protestas se estableció en los viernes, día del rezo musulmán. La revolución no había terminado, y la segunda parte se escribiría en clave islámica.

LA TUTELA MILITAR

Sería muy difícil llegar a conocer cuáles fueron las variables que determinaron el cambio de rumbo en la casta militar después de haber decidido el fin del régimen. ¿Fue sólo otro golpe de Estado, ahora con apoyo popular? Desde que el general Gamal Abdel Nasser y el Grupo de Oficiales Libres destronaron al rey Faruk en 1952, el papel del Ejército no hizo sino crecer en todos los órdenes, principalmente en el político y en el económico. La tutela del Ejército quedó instituida, y el progresivo control de resortes empresarios en manos de la alta oficialidad castrense les dio un poder determinante. Inclusive las diferencias sobre los rumbos políticos quedaron limitadas al interior del grupo; por ejemplo, nunca terminó de aclararse el rol del propio Hosni Mubarak en el asesinato de su antecesor en la presidencia, el general Anwar el Sadat, en medio de un desfile militar el 6 de octubre de 1981. Oficialmente el magnicidio fue adjudicado a los fundamentalistas islámicos, pero en marzo de este año, tras el derrocamiento del “rais”, la familia de Sadat ha iniciado una nueva demanda judicial acusando al derrocado mandatario de haber estado detrás del asesinato para que su grupo alcance el poder. Con estos antecedentes, es lícito suponer que todo el sector puede estar presionando a Tantawi para que esos privilegios, tanto los políticos como los económicos, se conserven en las disposiciones constitucionales y legislativas del nuevo régimen.

La segunda suposición ventila el viejo fantasma del integrismo: los militares –y sus antiguos aliados de la izquierda laica- tendrían en sus manos encuestas y sondeos que mostrarían que, a pesar del complejo calendario electoral que debería comenzar el próximo 28 de noviembre y que se extendería por varias semanas hasta enero de 2012, la victoria finalmente sería de los sectores islamistas, por porcentajes avasallantes. Y con ella, quedaría abierta la puerta para el ingreso de los sectores wahabíes del salafismo, esa rama musulmana fundamentalista que añora el restablecimiento del Sultanato de Egipto, aquella mítica formación política que defendió al Islam desde el gran país de África desde mediados del siglo XIII hasta entrado en siglo XIX, y que pretenden reinstalar hoy mediante la aplicación de la “sharia”, la legislación y la estricta observancia de la moral musulmana.

El alto mando que rodea a Tantawi duda entre seguir apoyando la apertura democrática, o habilitar una cuestión intermedia, sui generis, donde una democracia de masas coexista con una tutela supraconstitucional por parte del Ejército, que mantendría además su autonomía presupuestaria fuera del control legislativo (el sector de la economía dominado por el Ejército se calcula en un 25 por ciento del PBI egipcio).

Pero no es seguro que, a estas alturas, los revolucionarios de Tahrir estén dispuestos a conformarse con una salida intermedia. Y no sólo los islamistas: como en febrero, nuevamente la masa de gente que por cientos de miles llenó la plaza de El Cairo era una voz homogénea, pidiendo que los militares se salgan del camino y dejen el poder a los civiles, sin trampas ni medias tintas.

LA FUERZA DE LA PLAZA

La segunda parte de la revolución egipcia se dará, entonces, entre estos dos contendientes: el Ejército y los concentrados en Tahrir. La pregunta es quién logrará mantener el pulso, en esta delicada balanza entre fuerza y paciencia. Después de cuatro días muy violentos, una frágil tregua se ha instalado merced a un acuerdo de cúpula entre los militares y la dirigencia de los Hermanos Musulmanes, que temen que las movilizaciones terminen por aplazar un proceso electoral que ya dan por ganado. Pero en Tahrir y en las calles adyacentes se respira una explosión apenas contenida, dicen los cronistas –algunos de ellos amigos personales- que escriben desde el terreno. La comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, y ONG con datos fiables (como Amnistía Internacional) sostienen que el recuento de muertos de la última semana oscila entre 35 y 38, y han condenado la represión de los soldados, que en nada se parece al rol que jugaron en las jornadas de enero.

De este pulso, creo que podremos ver una de tres salidas: un gobierno civil tutelado indirectamente por el Ejército, como fue en su día la república laica que Mustafá Kemal, Ataturk, armó en Turquía sobre las ruinas del Imperio Otomano. Si al pulso lo ganan los Hermanos Musulmanes, en cambio, podría formarse una República Islámica, como la que el ayatollah Khomeini fundó en Irán después de barrer la Persia de los shah, con los militares sujetos al poder teocrático. La tercera posibilidad, la de una democracia plena, constitucional y con equilibrio de poderes, parece por estos días ser la más lejana. Aunque una revolución, en cualquiera de sus partes, es siempre un libro con final abierto.

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[ Columna «Periscopio» –  Suplemento Magazine – Hoy Día Córdoba, viernes 25 de noviembre de 2011 ]
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Rebelde Tahrir (22 11 11)

Rebelde Tahrir

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por Pedro I. de Quesada

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Algo huele a podrido, y no precisamente en la húmeda Dinamarca, sino en las tórridas arenas del desierto egipcio.

La plaza Tahrir, que hace nueve meses le puso su nombre a una de las más esperanzadoras revoluciones de la “primavera árabe”, ha vuelto a llenarse de gente: 50.000 personas reclamando a grito pelado que los militares se alejen del poder y no condicionen el proceso democrático.

Han sido gestos osados, que muchos –quizá 20, 30 o quizás más- pagaron con su vida, y muchos más -700 u 800- con golpes, gases, torturas y heridas.

También han sido gestos confusos: cuando en las revueltas de principios de año el “rais” Hosni Mubarak ordenó aplastar la concentración de Tahrir a sangre y fuego, el hombre fuerte del Ejército, el mariscal Husein Tantaui, se negó a reprimir; lo que significaba mostrarle la puerta de salida a todo el régimen. La gente en la plaza vitoreaba a los soldados, y Tantaui se comprometió a convocar a las elecciones constituyentes, que deberían celebrarse el próximo 28 de noviembre, aunque ahora quién sabe.

¿En qué momento los militares comenzaron a dudar sobre seguir impulsando un proceso democrático? Algunos amigos europeos con mucho conocimiento del terreno (y que escriben desde El Cairo en estos días), me dicen que las alarmas saltaron cuando quedó claro que en las elecciones parlamentarias –las primeras que vivirá Egipto en más de medio siglo- y las generales que les seguirían –supuestamente a fines de 2013- las ganaría abrumadoramente el islamismo político de los Hermanos Musulmanes, incluyendo los sectores wahabíes del salafismo más radical.

Los islamistas ya han adelantado que pretenden establecer un Estado musulmán, regido por la “sharia”. Y como en Turquía (y este es uno de los elementos más difíciles de comprender en Occidente), en Egipto el Ejército es el garante del carácter laico del Estado.

Invocando precisamente esta misión, los hombres fuertes del Ejército vienen ocupando la primera magistratura desde el destronamiento del rey Faruk: fueron generales tanto Gamal Abdel Nasser, como Anwar el Sadat y el recientemente desplazado Mubarak.

¿Ha decidido el general Tantaui seguir esa línea de camaradas de armas para frenar la llegada de los “barbudos” al poder?

Un gobierno islamista en el gran país de África forzaría a un cambio en la relación de fuerzas en la región, especialmente con el vecino Israel y con los más vecinos –pasos fronterizos comunes de por medio- palestinos de Hamas en Gaza. Ante la muestra de fuerza numérica de los islamistas, sectores de la izquierda democrática egipcia se han acercado a los militares, nuevamente vistos como la última barrera para impedir una teocracia fundamentalista.

En todo caso, ¿cómo hacerlo sin derivar hacia un nuevo período dictatorial en plena emergencia democrática?

Los muertos y los heridos de Tahrir tumbaron ayer al gobierno provisional, y Egipto entró en un compás de incertidumbre. Pero con mucho olor a podrido.

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[ Columna “En foco” – El Mundo – página 2 – Hoy Día Córdoba – martes 22 de noviembre de 2011 ]

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